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La música siempre ha servido como un espejo de las sociedades, capturando las alegrías, frustraciones y anhelos de sus pueblos. En el caso de Venezuela, un país que en las últimas dos décadas ha vivido un proceso de crisis económica, política y social sin precedentes, la música ha adquirido un valor aún más profundo, funcionando como un puente emocional que conecta a quienes permanecen en la nación con quienes se han visto obligados a emigrar. Dentro de este contexto, la canción “Veneka” ha emergido como un fenómeno cultural que va más allá de una melodía pegajosa. Su impacto radica en la forma en que ha reabierto el debate sobre la identidad venezolana, poniendo sobre la mesa temas como la resignificación del término “veneco” y la construcción de nuevas narrativas que definen lo que significa ser venezolano en el siglo XXI.
La fuerza de la canción “Veneka” en la diáspora
Desde su lanzamiento, “Veneka” ha captado la atención tanto de quienes residen en Venezuela como de aquellos que forman parte de la diáspora, esparcida por todo el mundo. La pieza musical se convirtió rápidamente en un éxito viral, siendo compartida en redes sociales, reproducida en fiestas y convertida en tema de discusión en foros en línea. Para muchos, la canción se ha transformado en un himno de resistencia y de afirmación de la identidad, especialmente para las nuevas generaciones que han experimentado la migración de manera directa o a través de sus familiares.
Este poder simbólico de la música se ve reflejado en la forma en que “Veneka” invita a resignificar el término “veneco”, históricamente utilizado de manera despectiva en países como Colombia, Perú o Chile. La palabra “veneco” ha estado cargada de prejuicios, asociándose a la marginalidad, a la migración forzada y a la desesperanza económica. Sin embargo, para los creadores de “Veneka” y para numerosos jóvenes que han encontrado en la canción un vehículo de expresión, el objetivo es darle la vuelta a esa connotación negativa. Pretenden convertirla en un emblema de orgullo, en una forma de decir: “Somos venezolanos, con una historia y una cultura que nos une, sin importar dónde estemos”.
La resignificación de “veneco” y el contexto migratorio
Para entender por qué “Veneka” ha tenido tanto éxito, es fundamental comprender el contexto en el que viven millones de venezolanos en el exterior. Desde que la crisis se profundizó, alrededor de siete millones de personas han salido del país buscando un futuro mejor. Esta diáspora masiva no solo se ha llevado mano de obra y talento, sino también parte del acervo cultural de la nación. La música, en este sentido, ha funcionado como un vínculo emocional que une a los migrantes con su tierra natal, ayudándoles a sobrellevar la nostalgia y la soledad que conlleva empezar de cero en un lugar desconocido.
“Veneka” se presenta como la banda sonora de esa experiencia migratoria, contando con versos que hacen alusión a la perseverancia, a la esperanza y a los recuerdos que se llevan en la maleta. La reacción oficialista ante el fenómeno no se hizo esperar. El gobierno de Nicolás Maduro, que ha intentado monopolizar durante años la definición de “lo venezolano”, criticó públicamente a la canción, calificándola de provocadora y de promover un discurso que atenta contra la visión patria del Estado.
La reacción del gobierno y su significado político
¿Por qué un gobierno reaccionaría con tanta vehemencia ante un tema musical? La respuesta está relacionada con el poder simbólico de la cultura en regímenes de corte autoritario. La cultura —música, cine, literatura, arte— es un escenario de lucha por la legitimidad y por el control de las narrativas identitarias. “Veneka” representa un desafío: muestra que la identidad venezolana no es estática ni puede ser dictada desde arriba. Al contrario, es un proceso vivo, dinámico y colectivo.
Este debate sobre la identidad venezolana también se relaciona con las transformaciones históricas que ha vivido el país. En el siglo XX, Venezuela se forjó una reputación de nación próspera y abierta a la inmigración. Con la llegada de la crisis política y económica de principios del siglo XXI, se invirtieron los papeles, y Venezuela dejó de ser un país receptor de migrantes para convertirse en uno de los mayores exportadores de población del continente.
Un reflejo de cambios en la identidad venezolana
La canción “Veneka” se inserta en este panorama de reconstrucción identitaria. Para muchos jóvenes, sobre todo aquellos que han tenido que abandonar sus estudios, separarse de sus familias y adaptarse a culturas desconocidas, la música se convierte en una forma de arraigo y de pertenencia. El uso de ritmos autóctonos, mezclados con sonidos urbanos y letras que aluden a la cotidianidad venezolana, logra conectar a la diáspora con su país de origen, al tiempo que genera solidaridad y empatía entre quienes han vivido situaciones similares.
Este fenómeno cultural y político pone sobre la mesa la realidad de la diáspora, evidenciando el fracaso de las políticas gubernamentales para retener el talento y garantizar condiciones de vida dignas. Al poner el foco en la dignidad, la resiliencia y el orgullo de una nación dispersa, “Veneka” es un recordatorio de que la identidad no depende de un pedazo de tierra, sino de la memoria, la cultura y la solidaridad compartida.
Conclusión
En conclusión, “Veneka” trasciende la categoría de simple canción pegajosa para convertirse en un símbolo de la resistencia venezolana. Al impulsar la resignificación del término “veneco” y al resonar con la experiencia vital de la diáspora, ha reabierto un debate profundo sobre qué significa ser venezolano en tiempos de crisis y migración. La música, como vehículo universal de emociones e identidad, demuestra una vez más su capacidad de transformar la realidad, unir a la gente y reclamar espacios de autonomía frente a discursos oficiales. Así, en medio de la incertidumbre y el dolor, “Veneka” se erige como un faro que ilumina el camino hacia una venezolanidad híbrida, resiliente y en constante reinvención.