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El Lago de Maracaibo, ubicado en el estado Zulia, es uno de los cuerpos de agua más importantes de América del Sur y, sin duda, una de las riquezas naturales más emblemáticas de Venezuela. Sin embargo, en las últimas décadas ha pasado de ser un símbolo de vida y desarrollo a convertirse en una fuente de preocupación ambiental y sanitaria. Las aguas del lago, otrora cristalinas, hoy presentan un grave deterioro debido a descargas industriales, derrames petroleros, residuos urbanos y la proliferación descontrolada de microalgas, especialmente cianobacterias.
Este deterioro ambiental tiene consecuencias que trascienden el ecosistema. Un número creciente de reportes médicos, denuncias ciudadanas e investigaciones científicas vinculan directamente la contaminación del lago con la aparición de enfermedades dermatológicas en comunidades ribereñas y urbanas adyacentes, como Cabimas, Maracaibo, San Francisco, Santa Rita y otros municipios zulianos.
Las enfermedades dermatológicas más reportadas en estas zonas incluyen dermatitis atópica, erupciones, infecciones por hongos, urticarias persistentes, escoriaciones, infecciones bacterianas secundarias e incluso reacciones alérgicas de tipo crónico. En muchos casos, estas afecciones aparecen en niños, ancianos y trabajadores pesqueros que están en contacto frecuente con las aguas contaminadas del lago o consumen productos acuáticos obtenidos en sus orillas.
Los datos del Hospital Universitario de Maracaibo (HUM), recopilados entre 2019 y 2024, revelan que las consultas por problemas dermatológicos aumentaron en un 37% en zonas ribereñas respecto al promedio nacional. Muchos pacientes presentan síntomas que los médicos vinculan con el contacto prolongado con agua contaminada, especialmente en épocas de mayor temperatura o cuando las floraciones de algas se intensifican.
La presencia de cianobacterias, conocidas también como algas verdeazules, es una de las principales amenazas biológicas del lago. Estas algas, que proliferan con el exceso de nutrientes como fósforo y nitrógeno (provenientes de fertilizantes agrícolas y aguas residuales), producen toxinas dermatotóxicas como la microcistina y la anatoxina. Cuando una persona entra en contacto con estas toxinas a través del agua o del pescado contaminado, pueden desarrollarse lesiones cutáneas, picazón intensa, inflamaciones o infecciones.
Un informe de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia (LUZ) documentó la presencia de microcistinas en tejidos de peces recolectados en la ribera del lago, especialmente en tilapias y bagres. También se identificaron concentraciones de metales pesados como plomo y mercurio en sedimentos costeros, lo que representa un riesgo adicional para la salud humana, especialmente cuando hay exposición directa a esos residuos.
Pero el problema va más allá del agua. Los vientos que provienen del lago, especialmente durante la tarde y la noche, arrastran partículas contaminantes, microgotas con toxinas y olores nauseabundos que generan molestias respiratorias y también pueden provocar irritación cutánea en personas sensibles. Barrios como Los Puertos de Altagracia, La Concepción o sectores de la costa oriental del lago reportan que los casos de irritaciones, alergias y erupciones son frecuentes, sobre todo en temporadas de calor.
Otro factor agravante es la escasa infraestructura sanitaria en muchas de estas comunidades. La falta de agua potable obliga a muchas familias a utilizar agua del lago o de pozos cercanos sin el tratamiento adecuado. Esto incrementa la exposición a agentes patógenos y químicos presentes en las aguas contaminadas. En muchos hogares se lavan los utensilios, se bañan los niños o se limpian alimentos con agua que podría contener restos de hidrocarburos, detergentes o bacterias nocivas.
Además, la limitada disponibilidad de servicios dermatológicos especializados en el occidente del país dificulta el diagnóstico y tratamiento oportuno de estas afecciones. Muchos pacientes deben conformarse con tratamientos caseros, que pueden agravar la condición, o recurren a medicinas naturales sin orientación médica. Solo unos pocos logran acceder a clínicas dermatológicas privadas en Maracaibo, cuyas consultas y medicamentos escapan del presupuesto de la mayoría.
Organizaciones como la Red de Médicos por el Ambiente y la Fundación Azul Salud han realizado jornadas móviles de atención dermatológica en comunidades cercanas al lago, con el fin de documentar los casos, brindar alivio a los afectados y recolectar muestras para estudios toxicológicos. En 2023, estas organizaciones atendieron a más de 1.500 personas, de las cuales el 62% presentó alguna manifestación cutánea compatible con exposición a contaminantes acuáticos.
Por su parte, el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo (Minec) ha anunciado en varias ocasiones planes de saneamiento y monitoreo del lago, pero la mayoría de estas promesas no se han materializado de forma sostenida. Algunas limpiezas superficiales, recolección de basura flotante y campañas de concienciación han tenido impacto limitado frente a un problema estructural que exige políticas integrales y presupuesto sostenido.
En este contexto, diversas voces del sector científico, médico y social han solicitado con urgencia la declaratoria de emergencia ambiental del Lago de Maracaibo. Esta medida permitiría activar mecanismos legales, recursos internacionales y proyectos de cooperación técnica que ayuden a frenar el deterioro y reducir el impacto sanitario en las poblaciones circundantes.
La recuperación del lago no será posible sin una acción coordinada entre el Estado, la academia, las comunidades y el sector privado. Es necesario invertir en plantas de tratamiento de aguas residuales, sistemas de recolección de desechos sólidos, vigilancia científica del ecosistema y educación ambiental en las escuelas. También se requiere mayor control sobre las actividades industriales, petroleras y agrícolas que vierten desechos al lago sin regulación ni supervisión.
Mientras tanto, los habitantes de las riberas del Lago de Maracaibo siguen enfrentando cada día los efectos de un ecosistema enfermo. Las enfermedades dermatológicas son solo una de las muchas señales del daño que se ha infligido a un patrimonio natural que alguna vez fue fuente de riqueza, belleza y vida para todo el occidente venezolano.